Hace unas
semanas tuve la suerte de asistir a un fin de semana paleo en Mas Duran
organizado impecablemente por Soy Manada y con la inestimable presencia de
Robert Sánchez, David Lampón y Pau Oller, cuyos conocimientos y saber hacer llenaron
de contenido el fin de semana. Durante esos 2 días, además de comer de
maravilla, movernos de un modo evolutivamente coherente y aprender sobre salud
y alimentación, también conversamos, discutimos e intercambiamos ideas de todo
tipo. Hubo tiempo incluso para hablar de lo que yo llamo el sexo de los ángeles, es decir, ese tipo de conversaciones
destinadas a la nada porque el razonamiento las ha llevado al absurdo racional
pero tan inherentemente propias del homo
sapiens que siempre resultan interesantes. Fueron tantos los momentos,
tantas las ideas y tantas las conversaciones surgidas después de ese fin de
semana que podría pasarme horas o incluso días escribiendo.
He decidido,
sin embargo, centrarme en un aspecto muy concreto y hasta cierto punto marginal
de todo lo debatido y hablado allí así que voy a hablar de correr y de cómo concibo
este tipo de ejercicio dentro de mi vida, a la que trato de dar un enfoque
evolutivamente coherente. En concreto pretendo hacer una personalísima defensa
del running en tanto que
ejercicio natural enraizado de modo íntimo con algunos aspectos de nuestro yo
más primitivo que me permite a mí y sospecho que también a otras personas conectar
con mi esencia más básica para simplemente dejarme fluir en perfecta armonía con
la naturaleza.
Tras un
párrafo tan lírico como el anterior quizás el lector tenga la impresión de que
me voy a dedicar, yo también, a hablar del sexo de los ángeles y a perderme en
disquisiciones lírico-metafísicas para tratar de justificar una necesidad
personal, la de machacarme en carreras compitiendo con otros por perder la
salud. No es eso lo que pretendo, más que nada porque después de mucho tiempo
dedicado al estudio de la filosofía considero que ejercicios como el realizado
por Descartes con su duda metódica tienen un alto grado de impostura
intelectual cuando los reproducimos para hacer razonamientos del tipo de los
realizados por el filósofo francés cuando acaba justificando la existencia de
Dios con un nivel de certeza parejo al de cualquier objeto tangible. Y todo
ello amparado en la ley de la causalidad, que ni es ley ni es universalmente
necesaria, tal y como intuyó Hume y luego sistematizó Kant. Cuento esto porque
creo que para hablar de filosofía hay que tener claro el alcance de nuestros argumentos
ya que las cosas no son tan simples como para decir que los razonamientos y
opiniones son todos iguales y por tanto gozan del mismo nivel de certeza. Y si
esto es cierto en el terreno de la filosofía no digamos ya en el de la ciencia.
Así pues, aunque
admito que mi punto de partida es mi propia experiencia, no trataré de hacer
una demostración pseudo-filosófico-espiritual de por qué creo que correr es un
ejercicio evolutivamente coherente porque considero que me debo a mí misma,
también, algo de rigurosidad intelectual. Soy consciente de que no puede haber
una prueba científica tras todas las afirmaciones que hacemos los humanos y que
nuestro conocimiento de la prehistoria, y en concreto de la del paleolítico, es
muy limitado, por eso no pretendo hacer afirmaciones categóricas en ese sentido
pero no renunciaré al razonamiento basado en la lógica científica porque de
otro modo entraríamos en el resbaladizo terreno del todo vale.
Establecido el
punto de partida de mi razonamiento y los límites conceptuales del mismo
considero llegado el momento de hablar de running
y para hacerlo, en primer lugar, me gustaría responder a la pregunta obvia
de si realmente es necesario hacer una defensa de una práctica deportiva tan
intuitivamente humana. Considero que sí, que esta defensa es necesaria como
respuesta a una manera de ver el running
que cada vez gana más fuerza entre los seguidores del estilo de vida paleo
según la cual la carrera de resistencia es vista como algo poco natural y hasta
cierto punto ajeno a la esencia del ser humano.
Aunque pueda
parecer un poco contradictorio mi defensa empezará con una crítica al running que se ha puesto ahora de moda y
que ha dado como resultado montones de locos corredores que llenan calles,
veredas y montañas entrenándose para las carreras populares que se amontonan en
el calendario como un negocio redondo que cada vez tiene más clientes
dispuestos a gastar lo que haga falta si consideran que podrán correr un minuto
más rápido que el año pasado. Realmente me encanta que cada vez haya más gente
dispuesta a hacer deporte y salir a caminar o correr al aire libre, una opción intuitivamente
sencilla y natural de hacer ejercicio. Tampoco me parece mal que esos
corredores ocasionales, cuando llevan un tiempo corriendo, se apunten a
carreras populares, puesto que ésa es simplemente una manera más de conseguir
motivación, una manera que ni tan siquiera debería ser, a priori, competitiva. Sin
embargo, es cierto que cada vez más muchos de esos corredores convierten el running en una obsesión competitiva en
la que todo vale, desde entrenar ignorando las señales que nos manda nuestro
cuerpo a convertir las carreras en una prueba de máxima competitividad en la
que si hace falta hacer trampas (recortar o cambiar el chip por el de otra
persona) para llegar entre los 3000 primeros de la general se hace.
Creo que hay
tantas formas entender el running
como personas. Unas lo utilizan como método para perder peso, otras como forma
de asentar su liderazgo en un grupo, otras sólo quieren demostrarse a sí mismas
que pueden hacerlo y otras más que quieren demostrárselo a los demás. Mezclados
entre ellos tenemos también a los que simplemente desean fluir y así alcanzar
un estado alterado de la conciencia en el que, dejándose llevar, puedan
encontrarse con esa parte más espiritual del ser humano que, exista o no, todos
sentimos dentro. Todas me parecen formas legítimas y todas se pueden pervertir,
así somos los humanos. Podemos llegar a sentirnos terriblemente desgraciados al
comprobar que por mucho que corramos los michelines siguen ahí, o convertirnos
en unos ególatras por el hecho de ser los más rápidos de nuestro grupo de
amigos, o bien quedarnos perdidamente enganchados a las sensaciones que aporta ese
estado de conciencia alterado que alcanzamos al correr y entrar en una espiral
de búsqueda constante e insensata de esa sensación aún a costa de perder la
salud. El running popular puede ser
todo eso y no digamos ya el atletismo profesional, que como todo el deporte de
élite no suele ser una actividad sana porque ahí sí que siempre la salud queda
supeditada a los resultados.
El running es todo eso pero también es
mucho más. Correr es una manera natural de moverse y eso es algo que no discute
nadie. En algún momento de la historia de la humanidad nuestros antepasados del
género homo comenzaron a caminar en posición erguida y también a trotar y
correr. Sabemos que somos capaces de desplazarnos durante horas caminando y
trotando pero que no somos capaces de desarrollar una gran velocidad ni tan
siquiera en distancias cortas. Creemos que en el paleolítico se practicó la
caza por persistencia y se han encontrado ejemplos de este tipo de caza en
grupos de humanos todavía existentes. Eso no significa que éste fuera el único
modo de conseguir proteínas ni que todos los grupos humanos la practicaran. Por
lo visto existen diferentes patrones de comportamiento y entre ellos tenemos a
grupos que recorrían grandes distancias preferentemente caminando y otros
grupos que realizaban de manera habitual largas carreras. Y no olvidemos que
aunque seamos lentos esprintando, hacerlo es algo natural, tan natural como
natural es tratar de escapar rápidamente de un depredador o colaborar en la
caza de un animal junto con el grupo en una emboscada estratégica. Lo que creo
que debería estar fuera de toda duda es que caminar y/o trotar durante muchos
kilómetros es algo que de serie está al alcance de todos los humanos porque
evolutivamente estamos adaptados a hacerlo. Del mismo modo que evolutivamente
estamos perfectamente adaptados a hacer una sentadilla profunda o a colgarnos
de un árbol.
Alguien podría
argumentar que correr o caminar durante horas no tiene sentido en la actualidad
porque no hay comida que recolectar o a la que acechar. Es verdad, hoy en día
podríamos estar todo el día tumbados (algo que por otra parte también es muy
natural) y pedir la comida por teléfono. Es cierto que no hace falta correr
para vivir, ni tampoco necesitamos hacer una sentadilla, colgarnos de un árbol,
ni lanzar objetos y sin embargo consideramos que esos son ejercicios naturales
y los hacemos aunque al principio nos cuesten mucho y nos parezcan la cosa más
antinatural del mundo.
Lanzamiento de Piedra en Mas Duran |
Correr es además
para muchas personas, entre las que me incluyo, una manera de meditación en
movimiento. Y no es que no quiera o sepa meditar en estático, pero es diferente
lo que sucede cuando se hace en movimiento. Ni mejor ni peor, sólo diferente.
Correr durante muchas horas es fatigoso y duele del mismo modo en que duele
estar durante mucho tiempo sentado en silencio meditando. ¿Es natural hacer
ambas cosas? Pues creo que no hay una respuesta para ello. Considero que esa
necesidad de solitaria quietud que sólo se puede conseguir con la meditación es
tan propia o ajena a la esencia de lo humano como puede serlo esa necesidad de
solitario fluir mental que sucede también mientras corremos y que se puede encontrar
en la soledad de la carrera de resistencia.
En toda una
vida corriendo he pasado por muchas etapas. De muy jovencita competí sin
decidirlo porque es lo que se hacía el club de atletismo en el que estaba. Sin
embargo, ya en esa época recuerdo que lo que más me gustaba era simplemente
correr a un ritmo cómodo sin pensar en tiempos ni en distancias, sólo escuchar
mi cuerpo y olvidarme de todo lo demás. Tiempo más tarde, ya adulta, he corrido
carreras (pocas), entre ellas una maratón, y me he dejado llevar por la
motivación de prepararlas y por la adrenalina del momento pero para mí jamás
fueron lo más importante. Desde hace un tiempo mi modo de correr se ha hecho
todavía más básico en todos los sentidos. Acostumbro a correr descalza o con
zapatillas minimalistas, últimamente suelo hacerlo con huaraches, y encuentro
la motivación en mí misma y siempre dentro de los límites que marcan mi cuerpo
y la salud. Si un día pienso en correr diez kilómetros y noto que después de cuatro
mi cuerpo dice que no, simplemente le hago caso y regreso a casa, corriendo o
caminando, como mi cuerpo me pida hacerlo. Corro sola porque no me gusta la
competitividad que se instaura en algunos grupos y porque me gusta ese tipo de
meditación en movimiento que precisa de soledad, pero no rechazo la buena
compañía si ésta aparece y en esas ocasiones la meditación deja paso a la
conversación. Me fatigo cuando corro pero no busco el dolor ni la lesión, trato
de correr de un modo natural poniendo la mínima distancia entre yo y mis pies,
y si eso significa ir más despacio o ensuciarme los pies no me importa. Algunos
días fuerzo mi cuerpo y otros voy a mínimos, trato de ser respetuosa con el
ritmo que marca mi estado de ánimo y noto como mis articulaciones y músculos me
lo agradecen.
Correr me hace
feliz y durante mucho tiempo ése era el único ejercicio que hacía. Ahora lo
combino con ejercicios de paleotraining
y hace poco he comenzado a incorporar otros del método de entrenamiento
natural. De un modo indirecto esto me está haciendo ser una mejor corredora,
algo que ya me sucedió cuando comencé a correr descalza. ¿Soy una corredora más
rápida? Probablemente no, pero no es algo que me importe, tengo retos pero no
van por ahí. El próximo es correr-caminar-correr y sobre todo disfrutar haciéndolo,
una marcha de montaña de cuarenta y cinco kilómetros. No tomaré geles, ni
llevaré zapatillones de montaña, no llegaré la primera y no importa porque ni
tan siquiera es una marcha competitiva, pero a mí me sirve como motivación por
muchos motivos no competitivos. Ese día no tendré la meta de cazar un mamut
pero en un tiempo en el que ya no hay mamuts que cazar hay otras maneras de
motivarse y no todas pasan por la competición o la pérdida de la salud. Espero
disfrutar perdiéndome libremente en la montaña sabiendo que hay una
organización detrás dispuesta a darme agua y señalarme el camino. También me
gustará encontrarme con otros corredores y caminantes y compartir con ellos parte
de la ruta. Sólo eso, ésa es mi motivación. Tan natural o poco natural como
reunirme con un grupo de gente genial a hacer
el mono, comer paleo y compartir un fin de semana único en un sitio
especial.
Que maravilla, correr por correr...espero conseguir hacerlo yo tambien algun dia, cuando mi tonteria desaparezca o mi experiencia busque cosas nuevas, ya veremos pero espero verlo.Muy buena entrada¡¡¡.
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarClaro que conseguirás correr por correr, de hecho me consta que ya lo has hecho. De cualquier modo creo que cualquier motivo es bueno para correr, incluida la competición. Yo creo que todos en mayor o menor medida tenemos una faceta competitiva y eso, si no nos obsesiona, nos ayuda a ser mejores en lo que hacemos y también mejores personas.
Hola he llegado aqui por tu comentario en el blog de Jose Barefoot. Nos vimos en Montitlla, al acabar la carrera tomando una cañica, estaba con Ana Fuster, igual no te acuerdas. Bueno es igual, no sabia que tenias este blog, interesante, a partir de ahora seguiremos tus hazañas jeje. Un saludico.
ResponderEliminarHola Paco.
ResponderEliminarPues sí que me acuerdo de ti :-), aunque el recuerdo es un poco vago. Lo que yo recuerdo es que reconocí a Ana Fuster (había visto alguna foto suya) y por eso me detuve. Recuerdo que estaba con dos personas más y una de ellas eras tú. ¡Encantada de verte por aquí! A veces el mundo es muy pequeño y eso está bien.
Muchas gracias. A ver si seguimos encontrándonos ;-)
Dónde podemos encontrar información gratis sobre paleotraining?
ResponderEliminar