lunes, 21 de enero de 2013

La tardía crónica de una sansilvestre agridulce

Como muchos otros corredores me despedí del año 2012 corriendo una de las llamadas carreras de San Silvestre. Estuve debatiéndome entre correr la Cursa dels Nassos, en Barcelona, o la San Silvestre Barcelonesa, en Sant Cugat del Vallés, dos carreras que ya había corrido en ediciones anteriores dejándome un buen sabor de boca. Pero finalmente me decidí por correr la Cursa del Capó, en Castelldefels.


Tres distancias para elegir, 1 Km, 5 Km o 10 Km. Todo ello en el bonito entorno del Canal Olímpico de Castelldefels. 10 € de inscripción, cronometraje con chip, camiseta de regalo y merienda al acabar la carrera. Yo me apunté a correr 10 kilómetros. Todo eran ventajas y nada parecía augurar la desagradable sensación que finalmente me ha quedado de esta carrera. Aunque los indicios negativos comenzaron pronto.


La recogida del dorsal, camiseta y bolsa del corredor fue el primer aviso. La bolsa del corredor no contenía nada aprovechable y la camiseta resultó ser la peor con diferencia de todas las que he recibido en ninguna otra carrera. Sin embargo, traté de ser optimista y pensar que eso realmente no tenía tanta importancia.

Lo peor vino luego. La noche antes de la carrera recibí un e-mail de la organización de la carrera en el que se informaba textualmente (no he corregido las faltas de ortografía) de que:

“La empresa cronometradora ha tenido un problema técnico en la maquina controladora de chips y no podremos realizar el cronometraje con chip.
Las carreras serán igualmente cronometradas con una empresa especializada en este tipo de carreras populares, con listados de los tiempos de todos los corredores que se colgarán en la web.
Asi pues, los que tengáis chip propio no hace falta que los traigais porque no los utilizaremos para cronometrar.”

Esto del chip me sorprendió y me dejó un tanto perpleja porque si no hay chip la única manera de controlar una carrera que se me ocurre es manualmente, cronómetro en mano y con una persona cantando los dorsales a la vez que otra apunta.  Pero nada mejor que la realidad para confirmar o descartar una opinión. Llegado el último día del año, a las 16:30, se dio la salida de la carrera. Justo bajo el arco de salida había un cronómetro. En eso consistió el cronometraje oficial: un cronómetro que podíamos mirar al llegar como alternativa a nuestro reloj de pulsera. Pero los despropósitos no acabaron ahí.

El recorrido daba un par de vueltas al perímetro del canal para, al final de la segunda, salir del recinto y hacer una parte del recorrido por calles exteriores tras lo que volvíamos a entrar al recinto del canal para acabar. Los kilómetros no estaban señalados pero iba calculando lo que llevábamos y regulando las fuerzas gracias a las indicaciones de mi pulsómetro. Por eso me sorprendió ver que cuando nos disponíamos a entrar de nuevo al recinto del canal mi reloj me marcaba que llevaba apenas 9 Km; la carrera no podía acabar todavía. Pensé en que daríamos algún rodeo adicional antes de encarar la meta, sin embargo, como no tenía pinta de que eso fuese así, pregunté a uno de los miembros de la organización que estaba señalando el recorrido si la carrera acababa ya. Para mi sorpresa respondió que sí, que ya llegábamos a meta. Al oír eso hice un último sprint en el que traté de concentrar todas mis fuerzas reservadas para ese último kilómetro y entré en la meta mirando incrédula como mi GPS marcaba 9,03 Km. El corredor que llegó detrás de mí lo primero que hizo fue preguntarme qué distancia había marcado mi GPS, pues el suyo marcaba 9,05 Km. A otros corredores les marcó algo más, a alguno incluso le salió una distancia de 9,1 Km, en cualquier caso muy lejos de los 10 kilómetros prometidos.

Bajo el arco, el perfecto cronometraje

En cuanto al cronometraje, no existió. Al llegar a meta nos hacían entrar por un pasillo lateral en el que teníamos que frenar de golpe para quedar esperando en una cola. La cola era para que nos quitáramos el dorsal y lo entregáramos de modo que ellos pudieran ponerlos en orden y luego anotar el orden de llegada.

Cuando conseguí salir de la retención de meta (provocada por su sistema de controlar la carrera) estuve dando algunas vueltas hasta que encontré el mostrador en el que daban agua. Luego le di el resguardo de mi dorsal a mi hermano, que también había corrido, para que fuera a buscar la merienda a la que teníamos derecho por correr, pero para la que había que hacer otra cola. La merienda se la comió él. No es que a mí no me guste comer pero las meriendas tienen la mala costumbre de contener gluten y yo de eso no puedo comer, cosas de la celiaquía. La merienda consistía en un trozo de bizcocho y un batido de chocolate. Nada que decir en ese sentido.

Finalmente la entrega de premios fue un tanto surrealista. Especialmente la entrega de los premios de la carrera de 10 km en categoría femenina. Se hicieron un lio con los dorsales y cuando por fin se aclararon prácticamente se habían marchado casi todos los corredores. Yo llegué a dudar si había premios para las mujeres, porque el recinto se vaciaba y nadie decía nada, de modo que me acerqué a la carpa de la organización y pregunté a uno de los organizadores el cual me dijo que aún no habían acabado y que “estaban esperando a las chicas”. Yo comenté que más bien creía que las chicas les esperaban a ellos.  Cuando por fin averiguaron algunos de los nombres de las ganadoras comenzaron a dar los premios: primero se lo dieron a la segunda clasificada, luego a la primera... Les dieron el premio a las dos y continuaron buscando entre sus dorsales y archivos a la tercera. Un ratito después, por fin, por megafonía sonó el nombre de la tercera corredora que pudo ir a buscar su trofeo. Las dos primeras se habían marchado ya, claro. No hubo foto en el podio.

Nosotros nos quedamos hasta que dieron ese último premio, aplaudimos y ya casi tiritando de frío (fue mucho el tiempo de espera) emprendimos el camino de casa ya pensando en la cena de nochevieja y en que si no hubiera sido porque ese último diez-mil del año no fue realmente un diez-mil habría hecho mi mejor marca desde que corro con zapatillas minimalistas y casi, casi, mi mejor marca histórica. Energías suficientes para correr mil metros más tenía. Pero no pudo ser. Tratando de ser positiva pienso que puede estar bien dejar algunos records personales para 2013.

Finalmente me quedo con las buenas sensaciones que tuve mientras corría, pero no puedo evitar pensar que posiblemente en esta carrera alguien hizo un gran negocio que sólo les servirá para una vez, porque dentro de doce meses buscaré otra carrera para despedir el año.

2 comentarios:

  1. Como me comentaste efectivamente fue un desastre de organización,asi que ya sabes,para el año que viene a otra,que carreras hay muchas,con frecuencia lo ideal es saber si la organizacion da un recorrido y poder verificarlo pero esto en muchas ocasiones es complicado y si es asi,mal empezamos...asi que asegurate de lo que mide la carrera antes de completarla,yo lo miro a traves de google earth cuando publican el recorrido y asi se a que atenerme,la pena es que no midiera mas de 10 kms porque asi tendrias marca de 10 kms,pero bueno como bien dices otra vez sera.Que siga todo muy bien y mas el minimalismo.

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  2. En este caso me confié porque según el reglamento la carrera se cronometaba con ChampinChip y por lo que yo sé en las carreras cronometadas así los tiempos sirven como referencia para otras carreras en las que hay cajones de salida, con lo cual ha de estar bien medido. En realidad no pasa nada por hacer una carrera de 9 kilómetros, pero me habría gustado saberlo antes.

    El minimalismo va bien... voy combinando las zapatillas minimalistas con correr descalza y las sensaciones son buenas. Pero hay que ir paso a paso.

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