Del uso y abuso de la histerectomía o sobre cómo las modas influyen en la práctica médica

Corriendo en busca de la hemoglobina perdida 

Mantengo fresco el recuerdo del último día que salí a correr, un domingo por la mañana de la primavera pasada. Después de un comienzo de año difícil no estaba en mi mejor momento de forma; llevaba meses con problemas de salud que, hasta ese momento, estaba segura de poder controlar. Ese día en concreto me sentía débil y a la vez eufórica; es lo que tienen las endorfinas producidas durante el ejercicio. Corría descalza cuando me encontré a mi hermano, que también corría sin zapatillas, y compartimos unos minutos de conversación y zancadas antes de despedirnos porque él acababa su entreno mientras que yo apenas empezaba el mío. Guardo el recuerdo de ese día porque desde entonces no he podido volver a correr. Esa misma noche tuve una hemorragia importante que hizo que durante unos segundos perdiera la conciencia y me desplomará en el suelo. 

Hoy, más de 5 meses después, me encuentro aquí dispuesta a escribir un post diferente en el que no me centraré en el running ni en la alimentación, pero en el que sí que hablaré de salud, o más bien de la falta de ella, y también de ejercicio físico aunque de un modo diferente a como lo he hecho hasta ahora. 


Durante este tiempo he visto como un problema leve de salud, un pequeño leiomioma uterino, se convertía en una emergencia médica que me llevó al borde del colapso. Han sido unos meses largos con visitas a diversas consultas médicas y salas de urgencias, toma de medicamentos y como colofón una intervención quirúrgica de urgencia, una histerectomía abdominal. 

 

¿Histerequé? 

La histerectomía, intervención médica mediante la cual se extrae el útero, ha sido usada durante muchos años de manera frecuente como método de tratamiento para una gran cantidad de problemas ginecológicos de diversa entidad que incluyen el cáncer, los fibromas uterinos, el sangrado uterino anormal y el prolapso uterino. Actualmente son muchas las voces que se han alzado contra el abuso de esta práctica médica. Entre ellas, la de Juan Gervás, quien en el libro que firma junto a Mercedes Pérez-Fernández, El encarnizamiento médico con las mujeres, afirma que durante los años de mayores excesos de dicho procedimiento médico se calcula que hasta el 98% de las histerectomías realizadas fueron innecesarias. Eran los tiempos en los que se pensaba aquello de “muerto el perro, se acabó la rabia”. La rabia era la enfermedad, disfunción o molestia ginecológica y el perro el útero, una parte del cuerpo que, por lo visto, sólo servía para tener hijos y causar molestias a las mujeres. 

Los tiempos han cambiado y lo que antes era una práctica médica habitual ahora ha dejado de estar de moda. Uso la palabra moda porque pienso que las prácticas médicas están sometidas, al igual que el resto de las prácticas humanas, a influencias que no sólo tienen que ver con la evidencia científica disponible en el momento. En el tema que nos ocupa diría que si antes la tendencia entre la mayoría de ginecólogos era la de realizar histerectomías demasiado alegremente ahora empieza a extenderse la tendencia contraria que consistiría en evitar por todos los medios una operación tan drástica. 

Independientemente de la técnica quirúrgica utilizada, la histerectomía es una operación mayor con importantes riesgos asociados y que, especialmente en el caso de las patologías benignas, sólo debería practicarse en aquellos casos en que sea realmente necesaria. No ha sido eso lo que ha pasado durante muchos años en los que se ha practicado con demasiada prodigalidad y sin haber agotado antes otras posibilidades. Actualmente las cosas han cambiado, al menos por estas latitudes, y cada vez son más numerosas las voces que se alzan no sin razón contra el abuso de esta práctica médica. En general estoy de acuerdo con estas voces, pero no hay que olvidar que a veces las soluciones drásticas son necesarias y encontrarse con un médico que se niega a aceptar como posibilidad dicha solución drástica puede ser también un problema para el paciente. 

¿Es necesario tratar todos los miomas? 

El leiomioma uterino (también llamado mioma o fibroma) es un tumor benigno estrógeno-dependiente muy común y que en muchos casos no presenta síntomas importantes. En los casos en los que no hay síntomas el diagnóstico se hace en revisiones rutinarias o no se llega a hacer. Hasta hace unos años se tendía a tratar todos los miomas fuesen sintomáticos o no, lo que llevaba a muchas intervenciones quirúrgicas completamente innecesarias (miomectomía o histerectomía). 

La miomectomía es una intervención menos drástica que la histerectomía pero no siempre es una solución definitiva ya que no es raro que los miomas vuelvan a aparecer posteriormente. Esto ha hecho que muchos médicos recomendaran, sobre todo en el pasado, la histerectomía como remedio definitivo a aquellas mujeres de cierta edad o que no tuvieran intención de tener hijos. Por otra parte hay algunos tipos de miomas que son muy difíciles de extirpar y en los que lo más indicado es hacer una histerectomía. Y finalmente tenemos algunas operaciones que empiezan siendo miomectomías y que acaban en histerectomías debido a problemas surgidos durante la operación, como el sangrado excesivo. 

Antes de continuar quiero decir que para simplificar en este post he hablado sólo de dos tratamientos quirúrgicos para los miomas: miomectomía e histerectomía. Sin embargo existen otros métodos quirúrgicos para eliminar o reducir los leiomiomas como la resección por histeroscopia, la embolización de arterias o los ultrasonidos focalizados de alta intensidad. Todos ellos son también procedimientos quirúrgicos que tratan de eliminar o reducir al máximo los miomas sin extirpar el útero. 

¿Es necesario tratar los miomas asintomáticos? Actualmente se considera que no, a menos que supongan un problema para los deseos de gestación. Pero durante muchos años se ha abusado de los tratamientos quirúrgicos y también farmacológicos para tratar miomas que realmente no necesitaban tratamiento. 

Pero no todos los miomas son asintomáticos. Algunos miomas pueden causar síntomas que pueden ir de leves a importantes. En mi caso concreto el síntoma principal era un sangrado excesivo que acabó siendo tan importante como para comprometer mi vida. 

Esmya, el nuevo y mágico remedio 

La primera vez que me hablaron de la posibilidad de una histerectomía, en caso de que los síntomas siguieran aumentando, me sonó a historia de terror antediluviana. La ginecóloga en cuestión me dijo que dada la ubicación del fibroma sería muy complicado realizar una miomectomía y que por ese motivo consideraba que si no remitían los síntomas lo mejor sería optar por una histerectomía. Aunque yo todavía no había leído el libro de Juan Gervás seguí su consejo y me fui a consultar a otro profesional, en este caso una ginecóloga de la Seguridad Social, y la respuesta fue totalmente diferente. Por esa época mi estado de salud se había deteriorado mucho y ya había tenido que acudir varias veces a urgencias. 

Esta segunda ginecóloga no quiso ni hablar de la opción quirúrgica para lo que ella llamó un miomita diminuto y me recetó un nuevo fármaco llamado Esmya. Dicho fármaco solucionaría todos mis problemas porque, según ella, era un fármaco extremadamente efectivo y no tenía apenas efectos secundarios. El fármaco en cuestión cortaría el sangrado y reduciría el tamaño del mioma. El componente activo de Esmya es acetato de ulipristal, un modulador selectivo del receptor de la progesterona que lleva muy poco tiempo comercializándose como tratamiento intermitente repetido para los miomas uterinos. Anteriormente se utilizaba (y se sigue utilizando) en diferente dosis como píldora de los cinco días después. No es el momento de hablar con detalle de este medicamento pero sí que diré que desde el principio tuve muchas dudas. Sin embargo, decidí seguir el tratamiento al pie de la letra porque no podía permitirme perder más sangre sin grave riesgo para mi vida. 

Los efectos secundarios de Esmya aparecieron pronto pero los primarios nunca llegaron a mostrarse. La mejoría debía empezar a notarse en siete días pero un mes y medio después de iniciado seguía sin funcionar. 

Mientras tanto mi salud seguía deteriorándose, los niveles de hemoglobina y hematocrito estaban por los suelos y las infusiónes de hierro endovenoso administradas en urgencias apenas servían para mantenerme en un estado de debilidad absoluta. Mientras tanto la doctora seguía considerando que Esmya era un tratamiento muy efectivo y estaba segura de que supondría la solución a mis problemas. Entiendo que no todos los medicamentos funcionan igual en todo el mundo pero lo que no puedo entender es que tras ver que el medicamento no funcionaba en mí ella siguiera insistiendo en que tuviera paciencia porque acabaría funcionando y además siguiera sin valorar en ningún momento la opción quirúrgica como una posibilidad. 

Muerto el perro… 

Finalmente solicité la derivación a otro centro dentro del sistema sanitario público para una segunda opinión (que en mi caso era ya la tercera) y me encontré con una valoración completamente diferente. Tres médicos diferentes de ese nuevo centro valoraron que el leiomioma en cuestión se había reblandecido y aumentado significativamente de tamaño y que podía ser como consecuencia del Esmya. Según su criterio la solución pasaba necesariamente por una histerectomía. El problema era que no podían operarme con tanta anemia y preferían esperar a que los valores sanguíneos se recuperaran un poco. Finalmente todo se precipitó y visto que la anemia cada vez era más importante y que la hemorragia no podía pararse de otro modo me intervinieron de urgencia. 

“Muerto el perro se acabó la rabia” pero, ¿era rabia? Pasado un tiempo desde la operación y con la mente algo más lúcida que entonces pienso que en mi caso sí que era necesaria una intervención quirúrgica pues se trataba de una situación de verdadera urgencia. 

Como ya he dicho comparto las dudas de muchos médicos respecto al uso excesivo de la cirugía para el tratamiento de esta patología benigna pero considero que es una irresponsabilidad que un médico insista en un tratamiento médico concreto cuando éste no está funcionando en el paciente. Creo que los médicos deberían saber relativizar la información sumamente optimista que les llega por parte de los laboratorios farmacéuticos acerca de las virtudes de sus fármacos y escuchar más a sus pacientes. Evitar intervenciones no necesarias está bien pero también es necesario saber cuándo sí es conveniente realizar dichas intervenciones. 

En este post he relatado mi experiencia con la medicina convencional en el tratamiento de los miomas, sin embargo no es eso lo único que he hecho para tratar de mejorar mi salud. También he tratado, de manera paralela, las posibles causas desde el punto de vista de la medicina funcional revisando mis pautas dietéticas y mediante la toma de suplementos con el asesoramiento profesional adecuado. Considero que esta es una vía que no debe dejar de explorarse aunque puede que, como en mi caso, finalmente haya que recurrir a la intervención quirúrgica. 

¿Correr después de una histerectomía? 

La histerectomía supone acabar con los síntomas causados por el mioma o miomas pero también supondrá un gran impacto para el organismo que será mayor si también se han extraído los ovarios, algo que hace años era habitual hacer de serie y que ahora se evita si no hay un motivo de peso. En todo caso la recuperación será lenta y requerirá de un trabajo activo por parte de la paciente. 

Las consecuencias de una histerectomía son tanto de tipo físico como emocional. En las redes hay abundante información sobre la manera de afrontar las repercusiones emocionales pero, en mi opinión, no hay tanta información relativa a la recuperación de la forma física, sobre todo si lo que queremos es retomar la actividad física intensa. Por una parte los médicos no dan indicaciones específicas para la recuperación más allá de aconsejar caminar y la aplicación de aceite de rosa mosqueta sobre la cicatriz y por otra parte la mayoría de la información que he encontrado sobre la recuperación física tras la histerectomía parece destinada a mujeres que llevaban una vida sedentaria antes de la intervención y para las que la recuperación de la funcionalidad del cuerpo es importante pero desde el punto de vista de una persona con una vida poco activa y sin intereses deportivos. 

Aunque pienso que tiene una gran importancia para la mayoría de personas que pasan por este tipo de operación, no dedicaré mucho tiempo a hablar del tema psicológico-emocional porque pienso que sobre esto hay abundante información en línea pero sí que trataré con algo de detalle la recuperación física. Los tiempos de recuperación dependerán de cada persona así como del tipo de operación practicado pero como punto común considero básico no olvidar que si no se hace un trabajo activo con ejercicios específicos para recuperar la pared abdominal y reforzar el suelo pélvico tendremos todas las papeletas para que con el tiempo aparezcan diferentes problemas de salud como el prolapso vaginal o la incontinencia urinaria. 

Tras una histerectomía es de gran importancia acudir a un fisioterapeuta especializado en aparato urogenital y suelo pélvico para que valore nuestro punto de partida y nos paute los ejercicios necesarios para una correcta recuperación. Su trabajo también irá encaminado a tratar de minimizar los problemas de adherencias que suelen aparecer tras la cirugía. 

Por lo que respecta a volver a correr, no hay que tener prisa ya que se trata de un ejercicio de alto impacto sobre el suelo pélvico que, después de esta operación, queda en una situación de especial vulnerabilidad. Correr es una de las últimas estaciones dentro del viaje hacia la recuperación que es importante hacer bien y sin prisa. 

Después de tantos meses sin correr sueño con el momento de volver a hacerlo pero sé que todavía me queda recorrido hasta que llegue ese momento. Mientras tanto he buscado sin mucho éxito información sobre cómo volver a correr después de una histerectomía y ante la casi total ausencia de referencias creo que llegado el momento tendré que trazar mi propio plan de reiniciación al running. Será difícil abrir huella sobre un terreno para mí desconocido pero sé que no me temblarán los pies cuando me toque comenzar a levantarlos y correr. De momento sigo día a día recuperando las fuerzas y funcionalidad de mi cuerpo. De todo ello hablaré con más detalle próximamente.